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SELF-SERVICE (2025)

Mi trabajo como autor ha estado marcado por una exploración en torno a la memoria, el tiempo y la materialidad. Desde el inicio me interesó el uso del material de archivo como punto de partida, rescatando imágenes y elementos descartados para darles una segunda vida. En este proceso, me atrajo la idea de trabajar con aquello que había sido olvidado o descartado, cuestionando su significado original y explorando nuevas narrativas a partir de su reutilización.

 

Con el tiempo, esta búsqueda se ha extendido más allá de las imágenes hacia los soportes mismos. Empecé a recolectar materiales encontrados en la calle: maderas, papeles, cartones y objetos que habían sido desechados, integrándolos en mi práctica. Al igual que con el material de archivo, estos elementos llevan consigo marcas del tiempo, rastros de su historia y un pasado que se resignifica a través de la intervención.

 

Este tránsito en mi trabajo responde a una intención de revelar la belleza en lo que se considera inútil, de encontrar valor en lo descartado y de generar un diálogo entre lo efímero y lo permanente. Cada imagen, cada objeto encontrado es un vestigio de algo que existió antes y que ahora adquiere un nuevo significado, una nueva oportunidad de ser visto.

 

 

Sobre Self-service:

 

Self-service tiene una esencia de arte urbano. La idea es trabajar sobre soportes encontrados, para enfatizar el concepto de reciclaje y resignificación artística, lo que antes era basura ahora no lo es; aunque lo más interesante de todo es devolver las piezas a la calle. El acto de devolver las piezas al espacio público sin una transacción económica ni una expectativa de propiedad subvierte la lógica del mercado. Self-service introduce la gratuidad como un principio fundamental, convirtiendo cada pieza en un regalo anónimo para quien la encuentre. 

 

El uso del espacio público pretende romper con la idea de la galería como único espacio de validación. Así, ademàs, se añade una capa performativa y de interacción: el espectador deja de ser solo observador para convertirse en receptor activo. No hay mediadores o instituciones que validen la obra; su destino depende de la casualidad y de la decisión de quien la descubra. La calle se convierte en el museo, pero sin muros ni jerarquías, donde cualquiera puede ser coleccionista.

 

Una vez que la obra regresa a la calle, su destino es incierto. Puede ser recogida inmediatamente o ignorada; puede sufrir transformaciones, deteriorarse, ser intervenida por otros o incluso regresar al ciclo del desecho. Esta indeterminación convierte al azar en una parte fundamental del proceso. La obra no termina con tu intervención, sino que sigue evolucionando a través de su interacción con el espacio y las personas.

 

Cada pieza de este proyecto lleva al dorso un código QR que dirige a un registro audiovisual, así su nuevo propietario podrá crear un vínculo entre el objeto encontrado y su proceso de creación.

 

[Sigue el proyecto en IG]

Formato variable.

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2025 - En curso.

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